Martinica, una parada francesa en el Caribe

Por: Marina Menéndez

A medio camino entre Venezuela y Puerto Rico, Martinica es la cuenta central de ese hermoso collar formado por las Antillas Menores.

Como sus vecinas, posee el envidiable azul turquesa de las aguas, el clima cálido que invita a disfrutar de ellas todo el año, y más de una decena de envidiables playas, como puede esperarse de una isla caribeña.

Por eso no la distinguen esos encantos comunes a los de sus hermanas, sino su historia. Fragmentos del devenir se conservan en edificaciones patrimoniales de los tiempos en que se inició la colonización francesa, en los primeros años de 1 600, y recorriéndola puede estremecer la contemplación del imponente monumento Memorial Cap 10, que evoca los sufrimientos de los hombres y mujeres traídos desde África. Con su sudor, ellos impulsaron el motor de lo que un día fue la economía nacional: el azúcar.

Impacta contemplar la localidad de St Pierre, que en 1909 quedó completamente arrasada por la erupción del volcán Monte Pelée, que dejó vacío al pueblo llevándose 20 mil vidas, y tras lo cual debió volver a erigirse desde las cenizas.

Territorio francés de ultramar, Martinica atesora, además, la exclusividad de otro hecho histórico: la isla fue la cuna de Josefina, esposa de Napoleón en segundas nupcias, y quien vino al mundo allí, en la finca azucarera de la familia, hoy convertida en museo.

Martinica es un destino escogido cada vez más por  vacacionistas que disfrutan leer la historia en las huellas del pasado.

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